Por Ian Middleton
Ian Middleton (Ph.D. 2018, Musicology) es ex alumno de UI y un gran amigo de CLACS.  Fue assistante de catedra e instructor de LAST 170: Introduccion a Latinoamerica.  Ahora es un profesor asistente de muscologia en la Universidad de los Andes en Colombía.

 

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una calle vacia
Foto por Ian Middleton

Desde la casa, casi alcanzamos a ver la residencia oficial del presidente de la república. Las calles empeinadas de La Candelaria suben desde el centro histórico y político de Bogotá hacia las montañas que cobijan el este de la capital. Sin embargo, en el apartamento donde vivo con mi esposa e hijo de tres meses no compartimos el punto de vista del presidente Iván Duque, sino de su opositora más vocífera en los últimos días, la nueva alcaldesa de Bogotá, Claudia López. La pelea, como en muchas ciudades grandes, tiene que ver con el alivio de las restricciones que hemos vivido desde el 20 de marzo en Bogotá. Duque quiere que trabajadores de la construcción y la manufactura vuelvan a trabajar ya. Claudia propone una integración gradual y segura de los sectores.

Colombia fue rápida en imponer restricciones de movimiento cuando empezó la pandemia, pero Bogotá fue más rápida aún. López solicitó la colaboración de los ciudadanos en realizar un simulacro de cuarentena, quedándonos en casa para los cuatro días de un fin de semana festivo. Ese simulacro empató con las medidas nacionales, que hasta ahora han mantenido relativamente bajas las cifras de infección y muerte. Las restricciones han sido fuertes. Hasta ahora, no se permite el ejercicio al aire libre, y López impuso "pico y género" solo permitiendo a las mujeres salir en fechas pares y a los hombres en días impares. Para ella, siendo la primera mujer y primera persona abiertamente gay que ocupa su puesto, esta medida no pasó sin controversia, pero ha reducido la población en las calles con mínimos controles de la policía.

Debo reconocer que en mi apoyo por ella, hablo desde la comodidad. Tengo un trabajo universitario que puedo ejercer desde la casa. Somos de los que todavía reciben su mercadito orgánico a domicilio y no tenemos necesidad de salir del apartamento. Me aterra pensar en la vida de los millones de colombianos que viven en la pobreza aguda, la informalidad, o incluso de trabajos que antes se consideraban decentes, pero ahora han desaparecido. Bogotá se siente como una olla a presión. Hay mucha necesidad y ya hay manifestaciones en las calles de barrios populares. Protestan la subida de los servicios, la falta de apoyo gubernamental efectivo y el tratamiento a los presos. Mantener la tapa en esa olla va a ser duro. Sin embargo, los argumentos de la alcaldesa parecen estar basados en cifras y estadísticas creíbles, en lugar de los deseos de empresarios y antiguos poderes para los cuales Duque siempre ha actuado como marioneta. Desde la casa, miramos y esperamos que prevalezca la racionalidad.